lunes, 22 de junio de 2009

El ABC de la Tragedia

Por Alberto Vizcarra Osuna
Los hechos trágicos que agobian a una sociedad nos son acontecimientos fortuitos o producto de la mala suerte. Por lo general, tienden a señalarnos, y con frecuencia en forma dolorosa, las fallas en las que hemos incurrido como sociedad y gobierno. Por lo mismo, la tragedia del viernes 5 de junio, en la que 46 niños perdieron la vida y otros más resultaron gravemente lesionados, ha estremecido nuestras conciencias. El dolor es ahora la emoción que convoca a una revisión juiciosa y profunda de lo que nos hemos hecho a nosotros mismos, para convertir a los más inocentes y necesitados de protección, en víctimas.
El impacto de una tragedia, va mucho más allá de los directamente involucrados en la misma. Por eso se han visto patéticas las conductas de quines han querido aprovecharse de la consternación de la población, para tratar de usar el luto de los sonorenses en un festín de luchas políticas faccionales que atienden a la coyuntura electoral. Los fariseos de siempre, con sus gritos lapidarios, pretenden encubrir las causas del mal, circunscribiendo el origen de esta calamidad a faltas administrativas y de corrupción.
En el sentido más estricto, una tragedia, no se limita a descubrir las deformaciones o heroísmos de ciertos o tales personajes, sino que su alcance y profundidad descubre las fallas culturales y morales de una población cuya forma de pensar la ha llevado a tolerar y admitir prácticas públicas que propician la erupción de una serie de males que la sociedad como un todo sufre. En esto radica lo trágico; ese es el abc de la tragedia.
Si tomamos en toda su dimensión lo acontecido, nos vamos a percatar de que la acción de la justicia, no se debe detener en la aplicación de sanciones y castigos a quines resulten los responsables dentro de la estructura administrativa que estableció el llamado régimen de subrogación del Instituto Mexicano del Seguro Social. Se va a requerir que se ponga en el banquillo de los acusados a las concepciones económicas rentistas basadas en el principio del costo-beneficio que han subrogado la vida económica de la nación, y nos hacen descender a condiciones trágicas cien veces peores que lo ocurrido el viernes 5 de junio en Hermosillo Sonora.
Si no enfocamos nuestros esfuerzos en forma disciplinada y organizada, a corregir los males sistémicos que nos aquejan, el episodio trágico será un platillo a ser devorado por los comensales hambrientos del oportunismo político. Escenario aderezado con el coro de fariseos lapidarios y alaridos de linchamiento para sacar ventajas partidistas en el atardecer del proceso electoral. De cualesquier forma, desde lo más profundo de nuestro dolor, la inesquivable vos de la conciencia nos cuestionará: ¿…quién tira la primera piedra?
El estruendo de un hecho trágico, nos invita a no ser personalidades trágicas.

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